La Batalla de Trafalgar
30/04/2005
El próximo día 21 de Octubre se cumplirá el segundo centenario de la famosa batalla decisiva que tuvo lugar en las proximidades del cabo Trafalgar entre las flotas inglesa y la combinada franco-española y que se saldó con la victoria de la primera y la destrucción de la segunda. En la confrontación entre Inglaterra y Napoleón, Trafalgar supuso la adquisición plena del dominio del mar por los británicos en el Atlántico y Mediterráneo, lo que, si bien no impidió la consecución con éxito de las campañas napoleónicas terrestres durante bastante tiempo, impidió de forma definitiva la proyectada invasión de Inglaterra y a medio plazo ayudó a cortar el flujo de aprovisionamientos a los ejércitos imperiales durante la prolongada contienda. A largo plazo el dominio del mar adquirido por Inglaterra fué el elemento instrumental de su expansión colonial durante el siglo XIX, origen del Imperio Británico, en el «Britania gobernaba las olas» (Britain rules the waves).
Para España, la derrota de Trafalgar, en la que lo mejor de nuestra Armada y de nuestros marinos, almirantes, oficiales, clases y marinería, perecieron, significó el principio del fin de nuestro Imperio ultramarino. Sin el instrumento que defendía nuestro enlace marítimo, hubiera sido ilusorio mantener las colonias libres de las influencias y ataques de otras potencias europeas y americanas. Los esfuerzos significativos realizados en España desde Felipe V para crear una Marina moderna y eficaz habían mantenido durante el siglo anterior la confrontación hispano-francesa con Inglaterra en un nivel equilibrado y por tanto la libertad de los mares dentro de una aceptable seguridad. Pero todo esto se derrumbó con el conjunto de circunstancias que llevaron a la derrota de Trafalgar. Hay numerosos estudios y publicaciones relacionadas con el tema y desde aquí les invitamos a visitar la excelente página www.batalladetrafalgar.com pero sin animo de ser exhaustivos nos atrevemos a señalar las principales causas o circunstancias que llevaron a semejante desastre, sin que el orden de exposición signifique preeminencia de una causa sobre otra:
La situación político-estratégica de la confrontación entre Francia e Inglaterra en 1803 forzaba a España a decantarse por uno de los bandos. España era un actor muy importante para que le permitieran ser neutral, aunque formalmente lo intentó. Sin embargo, las amenazas de Napoleón obligaron a España en 1803 a firmar un tratado firmado con Francia, tras iniciarse las hostilidades franco-británicas; dicho tratado hizo a nuestra nación subsidiaria de Francia al facilitarle los recursos de guerra y comprometió la neutralidad española, con lo que se justificó en cierto modo la actitud beligerante inglesa. A ello se añade que estas decisiones políticas en España fueran tomadas por Godoy, el llamado Príncipe de la Paz, personaje controvertido que pretendió afianzar su poder interno con ayuda de Napoleón.
En el ámbito estratégico, la campaña de Trafalgar, que se inicia en Diciembre de 1804 cuando España entra oficialmente en guerra contra Inglaterra, es en el bando franco-español un intento de trasplante de los principios de la guerra terrestre a la guerra en la mar. Napoleón, el genio de la guerra terrestre, pensaba que las maniobras rápidas de diversión y concentración posterior de contingentes con una dirección centralizada de los ejércitos, que con tanto éxito practicaba en el continente, podían aplicarse sin más a la guerra en la mar. Así, la maniobra estratégica de Napoleón era de que la flota combinada se desplegara en el Caribe y atacar a las posesiones británicas a fin de atraer hacia allí a la flota británica, a continuación volvería a Europa al Canal de La Mancha y mantendría el control del mar el tiempo necesario para la invasión de Inglaterra. Como es sabido, la maniobra tuvo éxito en atraer a Nelson al Caribe pero la concentración posterior en el Canal de la Mancha no se consiguió. La dispersión de los buques, la recalada en Finisterre, el combate en dichas aguas con parte de los buques británicos que bloqueaban El Ferrol y la consiguiente pérdida de la sorpresa decidieron a al Almirante francés Villeneuve a proceder hacia el Sur entrando en Cádiz con el consiguiente enojo del Emperador que veía fracasar su plan de invasión.
En cuanto a la situación táctica del combate, una vez cancelado el plan de invasión y decidido por Napoleón continuar la guerra hacia el este, lo que le llevaría a la victoria de Austerlitz, no tenía sentido que la flota refugiada en Cádiz saliera a buscar un combate decisivo con la flota inglesa de bloqueo, superior en potencia de fuego y en adiestramiento, sin esperar al menos a una situación táctica propicia. Precisamente, como se comprobó en el temporal que se desató después del combate, el mal tiempo en esta época del año en Cádiz hubiera dejado maltrechos a muchos barcos del bloqueo. Pero las órdenes de Napoleón, disgustado con Villeneuve a quien ya había enviado su relevo, el Almirante Rosily, y el temor de Villeneuve a contrariar al Emperador decidieron la salida contra el parecer de los españoles.
Sobre el combate en sí destacaremos el valor, arrojo y heroísmo desplegado por todos los participantes, o casi todos porque hubo alguna excepción francesa, y la superioridad táctica de los ingleses que maniobraron en dos columnas paralelas desde barlovento para cortar y desarticular la línea única franco-española. Respecto a los españoles, supieron luchar con honor hasta el final, dirigidos por unos mandos competentes y a pesar de las deficiencias del material tras años de penurias y sobre todo del bajo nivel de adiestramiento de la marinería, algunos de ellos reclutados en los últimos días en Cádiz.
Para España, la derrota de Trafalgar, en la que lo mejor de nuestra Armada y de nuestros marinos, almirantes, oficiales, clases y marinería, perecieron, significó el principio del fin de nuestro Imperio ultramarino. Sin el instrumento que defendía nuestro enlace marítimo, hubiera sido ilusorio mantener las colonias libres de las influencias y ataques de otras potencias europeas y americanas. Los esfuerzos significativos realizados en España desde Felipe V para crear una Marina moderna y eficaz habían mantenido durante el siglo anterior la confrontación hispano-francesa con Inglaterra en un nivel equilibrado y por tanto la libertad de los mares dentro de una aceptable seguridad. Pero todo esto se derrumbó con el conjunto de circunstancias que llevaron a la derrota de Trafalgar. Hay numerosos estudios y publicaciones relacionadas con el tema y desde aquí les invitamos a visitar la excelente página www.batalladetrafalgar.com pero sin animo de ser exhaustivos nos atrevemos a señalar las principales causas o circunstancias que llevaron a semejante desastre, sin que el orden de exposición signifique preeminencia de una causa sobre otra:
La situación político-estratégica de la confrontación entre Francia e Inglaterra en 1803 forzaba a España a decantarse por uno de los bandos. España era un actor muy importante para que le permitieran ser neutral, aunque formalmente lo intentó. Sin embargo, las amenazas de Napoleón obligaron a España en 1803 a firmar un tratado firmado con Francia, tras iniciarse las hostilidades franco-británicas; dicho tratado hizo a nuestra nación subsidiaria de Francia al facilitarle los recursos de guerra y comprometió la neutralidad española, con lo que se justificó en cierto modo la actitud beligerante inglesa. A ello se añade que estas decisiones políticas en España fueran tomadas por Godoy, el llamado Príncipe de la Paz, personaje controvertido que pretendió afianzar su poder interno con ayuda de Napoleón.
En el ámbito estratégico, la campaña de Trafalgar, que se inicia en Diciembre de 1804 cuando España entra oficialmente en guerra contra Inglaterra, es en el bando franco-español un intento de trasplante de los principios de la guerra terrestre a la guerra en la mar. Napoleón, el genio de la guerra terrestre, pensaba que las maniobras rápidas de diversión y concentración posterior de contingentes con una dirección centralizada de los ejércitos, que con tanto éxito practicaba en el continente, podían aplicarse sin más a la guerra en la mar. Así, la maniobra estratégica de Napoleón era de que la flota combinada se desplegara en el Caribe y atacar a las posesiones británicas a fin de atraer hacia allí a la flota británica, a continuación volvería a Europa al Canal de La Mancha y mantendría el control del mar el tiempo necesario para la invasión de Inglaterra. Como es sabido, la maniobra tuvo éxito en atraer a Nelson al Caribe pero la concentración posterior en el Canal de la Mancha no se consiguió. La dispersión de los buques, la recalada en Finisterre, el combate en dichas aguas con parte de los buques británicos que bloqueaban El Ferrol y la consiguiente pérdida de la sorpresa decidieron a al Almirante francés Villeneuve a proceder hacia el Sur entrando en Cádiz con el consiguiente enojo del Emperador que veía fracasar su plan de invasión.
En cuanto a la situación táctica del combate, una vez cancelado el plan de invasión y decidido por Napoleón continuar la guerra hacia el este, lo que le llevaría a la victoria de Austerlitz, no tenía sentido que la flota refugiada en Cádiz saliera a buscar un combate decisivo con la flota inglesa de bloqueo, superior en potencia de fuego y en adiestramiento, sin esperar al menos a una situación táctica propicia. Precisamente, como se comprobó en el temporal que se desató después del combate, el mal tiempo en esta época del año en Cádiz hubiera dejado maltrechos a muchos barcos del bloqueo. Pero las órdenes de Napoleón, disgustado con Villeneuve a quien ya había enviado su relevo, el Almirante Rosily, y el temor de Villeneuve a contrariar al Emperador decidieron la salida contra el parecer de los españoles.
Sobre el combate en sí destacaremos el valor, arrojo y heroísmo desplegado por todos los participantes, o casi todos porque hubo alguna excepción francesa, y la superioridad táctica de los ingleses que maniobraron en dos columnas paralelas desde barlovento para cortar y desarticular la línea única franco-española. Respecto a los españoles, supieron luchar con honor hasta el final, dirigidos por unos mandos competentes y a pesar de las deficiencias del material tras años de penurias y sobre todo del bajo nivel de adiestramiento de la marinería, algunos de ellos reclutados en los últimos días en Cádiz.